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20200721

poesía barata y colillas apagadas

nunca fue amante de salir a la calle, de hacer amigos o de siquiera hablar por mucho tiempo. le gustaban las cosas sencillas, podía vivir con muy poco. 

amaba fumar. demasiado. sin embargo, nunca alteraba su salud, algo totalmente extraño. cada mañana, se levantaba, desayunaba, salía al quiosco y compraba un corto libro de poesía barata de escritores autopublicados. la poesía era mala, sí, pero seguía leyéndola con pasión mientras tomaba su primer cigarrillo mañanero. no me di cuenta en qué momento lo conocí. nunca sentí amor ni tampoco amistad, y mucho menos confianza. simplemente existíamos los dos y por coincidencias del destino, siempre nos encontrábamos en la calle. él no hablaba mucho, yo hablaba demasiado. le preguntaba sobre qué le gustaba hacer, y lo único que me dijo fue “fumar y leer poesía barata”. 

siempre observaba durante horas las colillas que tiraba. no sabía porqué, me parecían fascinantes, quizás porque eran de él y esto las hacía especiales.

no me confundan, no lo admiraba ni le rendía culto, pero mentiría si dijera que no me provocaba curiosidad y ganas de saber qué pasaba por esa cabeza. 

al principio pensé que lo hacía a propósito, el actuar de esa manera, pero más tarde me di cuenta de que no, a él simplemente no le importaba lo que los demás pensaran de él. esto era una virtud hasta que me di cuenta de que tampoco le importaba nadie. 

“ si me voy, ¿me buscará? ¿me echará de menos? ¿reaccionará? ” 

ese tipo de preguntas rondaban
por mi cabeza toda la noche,
todo el día, siempre. 

pensé en no ir al sitio donde íbamos siempre por un solo día. no pude. no sé porqué, pero de algún modo sabía que no le iba a importar, que él seguiría con su vida, así que preferí ir y ver cómo leía, como fumaba, mirarlo a los ojos y apartar la mirada cuando no debía mirar. aunque nunca dijera nada, aprendí muchísimo de él. nuestra relación no era como cualquiera. yo solamente iba allí para olvidar quién era y de algún modo terminé siendo parecido a él. no sé en qué momento pasó, pero yo me convertí en él y él en mí, y el día que pasó, no lo puedo decir con exactitud, pero puedo afirmar que fue el mejor día de mi vida. 


pero nada dura para siempre. de un día a otro, dejó de fumar. no sé porqué hizo eso. al principio pensé que tal vez quería cuidar su salud, pero esa idea se me fue de la cabeza segundos después. él no era así. 

todos los días la misma marca de cigarros, el mismo quiosco donde compraba sus libros y la misma camisa (probablemente tenía mil iguales, claro). me di cuenta de que de algún modo escondía algo. y quería saber qué era. tiempo más tarde, dejó de leer libros. no hacía nada, se sentaba mirando el horizonte y dejaba que cualquier cosa se la pasara por la cabeza. 

nunca fui a su casa, no estaba segura de que tuviera una. nunca lo vi comer, nunca lo vi nadar, nunca lo vi asustarse, sonreír o si quiera llorar. no sabía si tenía familia, no sabía nada de él. después de tres años juntos, no sabía nada de él. 

de un momento a otro, se marchó. no sé tampoco cómo pasó. todo fue tan inesperado que después de su ida, fue como si nunca hubiera estado allí, como si nunca hubiera existido. comprendí, entonces, que nunca llegas a conocer a una persona, por mucho que habléis, estéis juntos o por muchos años que llevéis, siempre hay algo que no vas a saber de esa persona. demonios, ojalá hubiera podido entrar en su mente, ojalá hubiera podido entenderlo, descifrar sus pensamientos y poder comunicarme con él. y, puede, que de ese modo, él nunca se hubiera marchado. pero, ¿qué más daba? él ya se había ido. no podía seguir aferrándome a él si ni siquiera estaba conmigo. nunca más vería sus profundos y tristes ojos, y tampoco podría verlo ni fumar ni leer más. nunca podría volver a observar sus colillas apagadas. porque sí, podría observar cualquier colilla, pero lo que hacía esas colillas especiales es que eran de él. sólo de él. 

fin

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